Las conocidas como frutas con hueso, es decir, el albaricoque, el melocotón, la nectarina, la ciruela y la paraguaya, son muy parecidas entre sí, ya que todas pertenecen a la misma familia. Estas frutas se asocian a la llegada del buen tiempo y son frutas de temporada de primavera y verano.
Sin embargo, aunque tienen muchas cosas en común, como el aspecto y el aporte nutricional, también tienen sus diferencias, lo que las convierte en frutas únicas muy recomendables para consumir a diario. En esta ocasión, queremos centrarnos en el albaricoque y el melocotón, dos de las frutas más parecidas que, a priori parecen idénticas, pero también presentan sus diferencias. ¿Quieres saber cuáles son? ¡Sigue leyendo!
El tamaño, la pulpa y el sabor es lo que diferencia a ambas frutas
Confundir el melocotón y el albaricoque es algo muy frecuente y a todos nos ha pasado alguna vez. De hecho, hay quien piensa que se trata de la misma fruta pero con distinto nombre. Nada más lejos de la realidad. En realidad son dos frutas asiáticas distintas y con algunas pequeñas diferencias en las que tendrás que fijarte muy bien si no quieres equivocarte a la hora de comprarlas.
Aunque existen variedades diferentes de cada especie, como el albaricoque Moniquí o el melocotón amarillo, a nivel general, las principales diferencias entre ambas frutas son el tamaño, la pulpa y el sabor. Por su parte, el melocotón es de mayor tamaño que el albaricoque y algo más dulce, mientras que el albaricoque es más pequeño y ácido. Además, el primero es más jugoso y rico en agua, mientras que el segundo tiene pulpa más densa.
¿En qué debemos fijarnos a la hora de comprar frutas con hueso?
Antes de comprar una fruta con hueso, como es el albaricoque y el melocotón, deberemos tener claro de qué variedad se trata. Después, tendremos que fijarnos en el estado de la piel de estas frutas, que en este caso es una piel con una especie de pelusilla muy característica. Para saber si se encuentran en un estado óptimo, tendremos que fijarnos en si presentan irregularidades, ya que esto podría significar que han sido atacadas por ciertos microorganismos que no se ven a simple vista.
En cuanto al tacto, la pulpa debe ceder un poco a la presión de los dedos, ya que una fruta demasiado dura significará que aún no ha llegado a su punto óptimo de maduración. Por el contrario, si la fruta está muy blanda, significará que está demasiado madura. Sin embargo, siempre podemos aprovechar la fruta que ya está muy madura para hacer smoothies, helados o mermelada casera.
Una vez compradas estas frutas, consérvalas en el frigorífico pero, recuerda sacarlas al menos 15 minutos de consumirlas para que no pierdan sus propiedades y puedas degustar su sabor al máximo.
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